lunes, diciembre 24, 2007


Llega la Navidad

La Navidad nos muestra dónde se esconde la grandeza de Dios: en un pesebre, en unos pañales, en una gruta. "Dios se humilla para que podamos acercarnos a El, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor" (San Josemaría, Es Cristo que pasa, 18).


Un abrazo muy grande en este día tan especial, en el cuál vemos todo el amor de Dios hacia cada uno de nosotros, ya que envió a su propio Hijo para salvarnos…
Les deseo una muy
Feliz Navidad
Y que ésta los acompañe con la alegría de ser hijos de Dios…

sábado, diciembre 08, 2007



Día 8 La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Evangelio: Lc 1, 26-38 En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David. La virgen se llamaba María. Y entró donde ella estaba y le dijo: —Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué podía significar este saludo. Y el ángel le dijo: —No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin. María le dijo al ángel: —¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: —El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que llamaban estéril está ya en el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible. Dijo entonces María: —He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia




Santa María, Regina apostolorum –le decimos con san Josemaría–, reina de todos los que suspiran por dar a conocer el amor de tu Hijo: tú que tanto entiendes de nuestras miserias, pide perdón por nuestra vida: por lo que en nosotros podría haber sido fuego y ha sido cenizas; por la luz que dejó de iluminar, por la sal que se volvió insípida. Madre de Dios, omnipotencia suplicante: tráenos, con el perdón, la fuerza para vivir verdaderamente de esperanza y de amor, para poder llevar a los demás la fe de Cristo.